jueves, 2 de septiembre de 2010

No conviertas tu pasado en tu futuro

Alejandro Jodorowsky: Una cosa es protestar caóticamente contra la monstruosidad en que se han convertido los poderes que dirigen al mundo, -provocando guerras para vender armas, explotando las riquezas del planeta hasta agotarlo, tratando de imponer morales religiosas anquilosadas, menospreciando las capacidades femeninas, convirtiendo a los ciudadanos en niños superficiales y consumidores, encadenándolos a toda clase de vicios- y otra tener una meta interior que ordene con sabiduría nuestras acciones, para que, a pesar de la esclavitud en que nos sumergen los industriales rapaces, podamos por lo menos, mientras el tiempo hace que se derrumben, alcanzar la libertad espiritual. Un místico, Julius Evola, recomendó “cabalgar sobre el tigre enloquecido llevando una lampara encendida escondida debajo del abrigo”. Esta fábula puede sernos útil:

Un niño que se aficionó a las ratas blancas, para conocerlas mejor comenzó a hacer una crianza. Cruzó a un macho con una hembra y obtuvo una familia. Entre los pequeñuelos había uno particularmente sagaz. El niño consiguió una gran caja de cartón y cuando la ratita llegó a ser adulta le otorgó ese sitio donde había puesto muchos objetos confortables: un lecho, recipientes para el agua y la comida, más dos cortas escaleras para que el animal pudiera trepar y ejercitar sus músculos. Pero el roedor no estaba satisfecho. “Poseo todo lo que una rata normal podría desear, estoy bien alimentada, mi piel brilla, pero hay algo que no tengo y es lo que más quiero: la libertad. ¡Sacrificaría mis tesoros por estar fuera de aquí y correr por donde se me diera la gana sin pedirle permiso a nadie!”… Como el niño había agujereado el techo de la caja para que penetrara aire, la rata unió las dos escaleras y comenzó a roer el cartón para agrandar el hoyo. Noche tras noche, mientras su amo dormía, obsesionada, incansable, trabajó hasta que pudo pasar su cabeza y luego el resto del cuerpo. Emergió al gran espacio de un salón con el corazón palpitando de felicidad. A riesgo de quebrarse las patas, saltó hacia el piso encerado. Demoró unos segundos en reponerse del golpe y, creyendo que comenzaba su nueva vida, corrió por el cuarto en busca de una puerta. El gato de la casa, que desde hacía varias noches, atraído por el ruido de dientes royendo el cartón, esperaba a su presa, la atrapó, jugó con ella y la engulló sin misericordia y con satisfacción.

Si no estamos preparados, si no hemos concienzudamente previsto las circunstancias hacia las cuales nos lanzamos en busca de la libertad, podemos provocar nuestra destrucción. Ciertos países poderosos esperan que pueblos más débiles rompan el orden en una inconsciente revuelta, para aprovecharse e imponer regímenes esclavos… A veces, antes de actuar, por muy satisfactoria que la lucha sea, es conveniente esperar una ocasión propicia, ¡Es normal que la rata quisiera huir, pero para hacerlo debió esperar una enfermedad del gato!

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